lunes, 21 de febrero de 2011

¿Quién no es abominable?

Según una definición relativamente creíble "abominable" es aquel que merece ser condenado o aborrecido. De genios y de locos todos tenemos un poco dicen por ahí, y el hecho de ser abominable, a mi criterio, tampoco no le escapa a nadie. Por momentos somos todos medio "guachos", hacemos maldades sin objeto alguno mas que el de molestar al otro. En ocasiones este acto genera una pequeña dosis de placer, pero por lo general, resulta en un estado de culpa que termina produciendo odio contra uno mismo. Es esa necesidad que tenemos algunos de "ser buenos" y no darle rienda suelta a nuestras pasiones mas primitivas, como la de garcharse al novio de tu amiga o pegarle un chicle en el pelo a esa piba tan linda y que tanto te molesta.
Sin embargo, así como hay miles de colores en el círculo cromático, también hay miles de millones de personas con pasiones primitivas diferentes. Deseos que surgen desde lo mas profundo de las entrañas animales y que son imposibles de ignorar.

Esta noche me encuentro frente a la computadora, facebookeando como cualquier cristiano y si, ahí está ella: La disque hippie. Una especie de loca bohemia de familia bien, con pañuelo en la cabeza y sandalitas romanas. Sonríe a la cámara sin maquillaje, y abraza, como quien no quiere la cosa, a un coyita random. De fondo podemos observar el clásico y árido paisaje salteño, casitas de adobe, humildes y pintorescas, y si queremos caer aún mas en la obviedad, el cerro de los siete colores en el fondo. El pendejo mira a la cámara, un poco inflado las pelotas que cuanta porteña/o pelotuda/o se cruce, le diga: "Vení gordito, sacate una foto conmigo"... Y el pibe tiene ganas de cobrarle, aunque sea lo que vale un sanguche de milanga, con tal de redituar un poco con la boludez ajena. Pero la porteña se saca la foto, lo mira como quien mira a una pila de bosta y se va.
Para no volver.