En la vida de todo ser habitante de esta tierra, existe un día, o con menos suerte una época, en la que le ocurren una seguidilla de eventos desafortunados (algo así como la experiencia de Homero siendo el doble de Krusty... te odian los perros, te admiran los ancianos). El humano se siente entonces con el derecho pleno de ser tan abominable como quiera, total, "Con todo lo que me está pasando...".
Pecando de egocéntrica me digno a reconocer que es un mar de mierda el que estoy cruzando a nado crol, y que hasta las situaciones mas random parecen caca de elefante sobre mi cabeza. Me encontré ayer entonces, luego de un día gris, aburrido, deprimente y claramente desafortunado, en la estación Plaza Miserere sin mi billetera: Si, un amigo de lo ajeno había extendido sus manitas mas allá de su propiedad y había tenido el tupé de manotear mi porta-dinero del bolsillo de mi mochila. Pobre, indignada, dolida, pero sobre todo llena de ira, vociferé cuanta puteada pasó por mi cabeza, mientras los transeúntes me observaban con curiosidad y risa, preguntándose si se trataba de una posible escapada del Moyano o si era sencillamente una persona que tenía muy hinchadas las pelotas.
Por un momento me jacté de mi situación y lancé improperios a todo tipo de funcionarios de gobierno y seres de diferentes tamaños, colores, clases sociales y colectividades: Todos eran culpables, e incluso RESPONSABLES de mi pésima suerte.
En las grandes ciudades como Buenos Aires, es casi cotidiano encontrarse de repente sin alguno de tus efectos personales. Multiplicar los ojos y los miedos solo nos condena a una vida poco plena y poblada de temores: todos vienen a ser sospechosos hasta que demuestran lo contrario.
Sería noble de mi parte dejar al final una moraleja o esperanza para quien se ha encontrado, de repente, sin su celular, su billetera o su bolsa. Pero no.
Este espacio trata de todo, menos de la nobleza.
Así que aquí me quedo, odiando a todos.
Ojalá que mañana los mee un buey.
Un besito. Y un temazo arriba (favor de buscar la gran letra).
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