miércoles, 21 de septiembre de 2011

In dreams, emotions are overwhelming


Cada noche apoyo la cabeza en la almohada y luego de mirar un poco de televisión (misteriosamente quedándome tildada frente al canal de compras o los conteos de E! de las 10 celebridades más ricas) me digo a cerrar las ventanas de la realidad y abrírselas a mi subconsciente. Empiezo pensando en cosas lindas venideras, un viaje, una cena, una salida, un momento buscado. Intento no revolver el pasado porque generalmente eso me lleva a un insomnio del cual es difícil deshacerse, me rehúso a nadar en las aguas de los recuerdos porque los cabos sin atar terminan convirtiéndose en nudos en la nuca. Luego de encontrar la posición mas apropiada para dormir (generalmente de costado con una mano bajo la almohada y la otra alrededor del cuerpo) logro conciliar el sueño. Ahí es donde pierdo el control y la desconocida que vive dentro mío decide para que lado disparar. Siempre alejadísima de la realidad, trae personajes que fueron carne al universo onírico. Entonces me reencuentro con él y el espesor de sus ojos negros, el pecho suave, la voz ronca. Está sentado en un parque con la otra y la otra está embarazada, esperando un fruto de su amor (un amor que sólo forma parte de mis tremebundas y masoquistas fantasías, porque no tengo idea de si existe o no), es el nudo en la garganta y el deseo de despertar de esa horrible pesadilla que marca el final, el final verdadero de algo que alguna vez me dio ilusión, que me enseñó que se puede amar sin amor y vivir de instantes que se encienden por un segundo pero duran una eternidad.
El sol entra por la ventana y la gata se acerca suavemente a mi lado. La siento cerca y abro los ojos, he vuelto al mundo mundano pero el nudo en la garganta sigue allí, me persigue mientras salgo de las sábanas y me lavo los dientes, mientras me ducho y me visto, mientras almuerzo, trabajo, camino y vuelvo a casa. Esa oscura sensación de que él estuvo allí, brillando sin mi.

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